miércoles, 1 de diciembre de 2010

Subida a la picota (por Benjamin Sanchez)

Quedamos a las siete de la mañana en la plaza para comprar el pan, la carne y la bebida, en esta ocasión íbamos unas doce personas Tedy, Agapito, Vice, Marrocano, Oscar, etc. Todos nos empezamos a partir de risa cuando vimos aparecer al bueno de Marrocano, llevaba un sombrero estilo vaquero, y una mochila que abultaba mas que él, en la que llevaba de todo, hasta medicinas, por si acaso- Después de andar alrededor de tres cuartos de hora y cuando aun faltaba mas de dos horas para llegar arriba, el pobre Marrocano no podía con su cuerpo, primero por la falta de costumbre y segundo por el peso de la mochila, ¡por favor vamos a descansar y a comer algo! Decía con ese acento medio gabacho medio de Serranillos, todos nos mondábamos de risa, por supuesto iba el último de la tropa y cada vez su distancia con nosotros era mas larga y teníamos que ir esperándolo.

...Pero al final no pudimos evitar tener que parar, Marrocano, empezó a sacar cosas de la mochila y la sorpresa fue cuando aparecieron ante nosotros todos esos manjares, que a los chiquillos nos gustaban tanto, patatas fritas, galletas rellenas de chocolate, y como no la coca-cola. Aquello nos produjo una satisfacción increible, que unido a la risa que nos producia Marrocano y su indumentaria, consiguio que nos parasemos demasiado tiempo.

Evidentemente, al reanudar la marcha todo costaba más, empezaba la subida de verdad, y aunque la mochila había bajado de peso, el amigo Marrocano seguía el último de la tropa, por lo que decidimos y muy a su pesar, cargar un rato cada uno con la mochila, ¡Virgen Santa! Lo que pesaba la condenada mochila, supongo que la llevaría cada uno alrededor de diez minutos, pero que barbaridad, cuesta arriba y con el peso, parecía que no llegaba nunca la hora de hacer el relevo.

Así y después de cuatro horas, imagínense por que, llegamos a ese maravilloso lugar, no sé, ni sabré que sensación se tiene al llegar a la cima del Everest, pero les puedo asegurar que para nosotros fue una de las mayores experiencias que hemos podido tener, imagínense doce chavales de quince años, solos en aquel alto, sin mas, creyéndote mayor, y con esa sensación de conquista de aquel paraje, es impresionante.

Después de dejar nuestras pertenencias, "y la mochila de Marrocano", escondidos entre piedras, empezamos a recorrer aquel lugar, es una explanada, (parece mentira visto desde el pueblo), en el cual ahí ganado, se ve algún pastor, que te da los buenos días, y se yergue majestuoso ese pico, que no tiene nada que ver con lo que te imaginas cuando lo ves desde abajo.

Empieza, Agapito, a contar que durante la Guerra Civil Española, un avión Alemán se estrello en el mismo pico, cosa que ya sabíamos por nuestros padres, y nos empieza a entrar en el cuerpo una inquietud y unas ganas de subir al pico, increíbles, nadie se atreve, era la primera vez que íbamos sin gente "mayor" y empezamos a subir hasta la cima. Apenas hay riesgos, pero te sientes temeroso por no sé que cosa. De pronto surgió ante nosotros una de las más bellas vistas que vayamos a ver nunca, un cielo azul claro que se pierde en el horizonte y se mezcla con el monte, monte por todas partes, piornos, pinos, piedras, el aire es puro, puro de veras, te duelen los pulmones al respirarlo, tienes una vista aérea inconmensurable, pareces tener todo al alcance de la mano, se ven pueblos a un lado y al otro del pico, al estar mas alto que el puerto, tienes una panorámica distinta al que tu estas acostumbrado a ver, ¡¡que belleza!!, se hace un silencio eterno nadie quiere romper este hermoso momento, pero de pronto:

¡Mirar se ve Navalosa!, ¡He mirar el pueblo que pequeño!, todos empezamos a chillar nerviosos, hablamos todos a la vez, nos envuelve una excitación inexplicable,

todos habíamos estado antes pero no recordábamos haber sentido aquello. Era nuestra primera gran aventura, nuestra primera gran conquista.

Empezamos hacernos fotografías, a mirarlo todo desde un sitio, desde otro, chillamos con todas nuestras fuerzas, y el eco nos contestaba con nuestra propia voz, Marrocano, esta absorto, parece que lo estoy viendo, con su sombrero vaquero, y una cara entre asustada e incrédula. De pronto alguien grita, ¡mirar esto! Todos salimos corriendo hasta el lugar indicado y ante nosotros y grabadas en la roca, aparecen cruces de los militares muertos en el accidente del avión, ¡esto es demasiado!

Es hora de trabajar, unos van a por leña, otros preparan la carne, se mete la sandia en alguna reguera cercana, para que se refresque (ya sabemos porque pesaba tanto la famosa mochila), todo esta dispuesto para empezar a comer, después nos tumbaremos en el suelo y miraremos el cielo con una sensación de tranquilidad, escuchando el ruido del aire, no lo estamos pasando realmente bien, alguna vez me gustaría escribir algo sobre esto, pienso...

Llega el momento de bajar, son las cinco de la tarde, el sol aprieta con justicia, es el mes de Agosto, parece que seria más fácil, pero no, Marrocano se resbala continuamente, yo meto un pie en alguna reguera, los piornos nos señalan las piernas, la mochila, aunque más ligera, es un estorbo, llegamos a las inmediaciones del pueblo, y parecemos Cristos, con señales por todas partes, tiznados de la lumbre, parece que venimos de la guerra, en el pueblo saben que hemos subido, y como somos jóvenes, los padres esperan inquietos nuestra vuelta, por fin estamos en la plaza, nos recibe ese olor a café y cigarro puro tan característico, nuestros padres, nos abrazan y en el fondo de nuestro corazón sabemos que hemos llevado a cabo nuestra primera gran conquista.
Texto enviado literalmente por Benjamin Sanchez (gracias por la aportación)

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